La situación de esclavitud sexual se agudiza en zonas mineras porque es un círculo vicioso que depende de varios factores que lo alimentan.
Desde hace varios años se escuchan testimonios de prostitución forzada bajo distintos tipos de coacciones psicológicas o abuso de poder de ciertos grupos armados que obligan a algunas mujeres a cometer actos de naturaleza sexual, del mismo modo la esclavitud sexual con fines de explotación mediante privación ilegítima de su libertad.
En las zonas mineras abunda la presencia de grupos irregulares que controlan ciertos sectores bajo violencia armada que obliga a los habitantes a seguir normas impuestas para poder sobrevivir lo que incluye el reclutamiento de mujeres, niñas, niños y adolescentes.
Nos han contado de casos en los que a las mujeres les quitan sus documentos de identidad para que no puedan movilizarse, por ejemplo.
Entonces, vemos como la vulnerabilidad de algunas mujeres en cuanto a las carencias económicas les empuja a aceptar ciertos ofrecimientos que no son del todo transparentes o simplemente creer en historias de éxitos efímeros que al final no son ciertas, es decir, en algunos casos van a estos lugares con falsas esperanzas; lo cruel y delicado de esta situación es que puede que no vuelvan más a la ciudad de origen.
Los ofrecimientos van desde obtener oro, conseguir ganar mucho dinero rápidamente y en muchos casos conquistar algún estatus dentro de estas comunidades mineras. Lo que se traduce en todo sentido en comercio con oro y control de grupos de delincuencia organizada.
La insatisfacción social lleva a las personas a arrojarse a estas aventuras que no siempre tienen un final feliz y a su vez este ambiente minero violento hace que sea caldo de cultivo idóneo para captar a mujeres incautas, de ahí la importancia de educar a niñas, niños y adolescentes para que no sean presa de personas con malas intenciones.
¿Qué está haciendo el
Estado para erradicar la esclavitud sexual en zonas mineras?
Casi todo lo que sucede en las zonas mineras es un secreto a voces; entorno a estos lugares se ha creado una suerte de leyenda urbana sureña que indica que toda aquella persona que viaje y se instale en el arco minero, será millonario en un día. Y esta situación no es exclusiva del estado Bolívar, este tipo de pensamiento es recurrente en toda zona que viva de la minería, es lo que llaman la fiebre del oro venezolana, cuando ocurre esta migración apresurada y masiva en busca de riquezas, que gradualmente se está convirtiendo en oro de sangre debido a la extracción ilegal del mineral, el uso de la violencia armada para controlar territorios donde existan minas y finalmente la muerte de quienes solo buscan bienestar económico.
Ahora bien, para poder ingresar a estas zonas, no pasas menos de 10 puestos de control, entre los oficiales e irregulares, bien sean militares o de quienes cuidan estos sectores, adicionalmente tenemos un Ministerio de Desarrollo Minero Ecológico, otro Ministerio de Petróleo y Minería que en su visión profesa lo siguiente: “Garantizar la soberanía del Estado venezolano sobre el aprovechamiento responsable, sustentable, eficiente y sostenible de las riquezas minerales no renovables, con el mínimo impacto en el ambiente y su diversidad biológica, gracias al uso eficiente de la ciencia y la tecnología, con la participación equilibrada de todos los actores vinculados con la actividad minera”, contamos con un marco jurídico que va amparado desde la Constitución Nacional, pasando por leyes orgánicas, constitucionales, especiales, decretos presidenciales, resoluciones ministeriales, resoluciones del Banco Central de Venezuela, entre otros documentos; entonces todo esto lo que indica es que, no es el minero artesanal que lleva años trabajando esas tierras sino el Estado quien tiene el mayor poder de decisión sobre esas zonas.
Prácticas engañosas para llevar a las mujeres a prostituirse a zonas
mineras
¿Cómo no puede ser atractivo para cualquier persona que le ofrezcan riquezas cuando vive en carne propia una emergencia humanitaria compleja, lo que se traduce en: carencia de servicios básicos, poco acceso a la salud, a empleos con buena remuneraciones, educación de calidad, en fin, una vida digna.
La creencia popular de tener riqueza inmediata por trabajar en una mina de oro alimenta precisamente esa fiebre por el valioso mineral.
La omisión, la opacidad de información, el silencio, la censura y vox populi que solo se queda en la opinión pública como algo que sucede pero no hacemos nada, fomenta precisamente esa fantasía de querer irse a la selva y volver millonario a la ciudad.
Todo se basa en una relación de poder, quienes captan ofrecen beneficios y las mujeres vulnerables económicamente buscan solventar sus necesidades. Esta interrelación entre quienes ofrecen y quienes necesitan sobrevivir es lo que sigue sosteniendo el círculo vicioso.
Si les dijeran la verdad, obviamente no irían a arriesgarse, porque quedaría en evidencia que el riesgo es mayor a lo que posiblemente ganarían.
Es muy importante que se sepa, que no solamente son hombres quienes captan sino también pueden ser mujeres que fingen ser amigas para enamorar a personas incautas y dibujarles panoramas maravillosos, de ese modo convencerlas y llevarlas a las minas.
Lamentablemente algunos padres y madres también incentivan los viajes de sus hijos e hijas a las minas porque para ellos está normalizado soñar con un futuro mejor rápido gracias a la infinita e imaginaria bondad de la minería.
Exigencias al Estado venezolano
El exhorto para este y cualquier otro gobierno de turno es a que haga las cosas bien, a que deje de un lado las mezquindades y luchas de poder, que no solamente se interesen en los temas relacionados al respeto de los derechos de las mujeres y niñas sino que cumplan con el mandato constitucional en primer lugar, de proteger nuestro medio ambiente, de preservar y respetar la vida de los pueblos indígenas y finalmente erradicar la violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres que se ven afectadas directa o indirectamente por las actividades ilícitas relacionadas al Arco Minero. No lo digo yo, lo dicen las leyes que ellos mismos aprobaron.
Ver:
La esclavitud sexual: un fenómeno alarmante en las minas del estado Bolívar
KAM