sábado, 13 de febrero de 2016

Alcanzar una estrella - Encuentro con Sumito

De pronto, conversando con una amiga sobre los hijos y lo especiales que son para cada madre, recordé uno de tantos momentos maravillosos junto a mi hijo.

Todo comenzó una noche del año 2011 al ver el programa de televisión del canal Gourmet de Sumito Estévez quien, en ese episodio recorría un lugar de Venezuela para explicar el origen de varios ingredientes que se utilizan con frecuencia pero muchos no saben la historia de su procedencia, explicación que este chef acotaba con facilidad y cariño por documentar cada detalle.

Justamente por detallista, supongo yo, que a mi hijo (de 11 años) le llamaba la atención aquel programa y me decía: "Qué fino saber de donde vienen las cosas, me gusta la manera como explica todo...". Se quedó pensando y retoma la conversación diciendo: "Qué bueno sería conocer a Sumito, pero es imposible". 

De inmediato di un salto y le dije desde lo más profundo de mi alma: "Hijo, nada es imposible, claro que sí lo podemos conocer, ya vas a ver que sí. Además él no es inalcanzable, es un ser humano como tú y como yo. Te apuesto a que sí lo conocerás". Dentro de mí no habían planes de contactarlo en ese momento. El tiempo pasó y se me olvidó el tema...

En abril de 2012, viajé con mi hijo y mi madre a Margarita con motivo de asistir a un Congreso. Ellos se quedaron en Porlamar y yo en Pampatar, muy cerca de "Mondeque", el mercado gourmet y restaurant de Sumito allá en la isla. 

Como tengo la costumbre de ver el canal gourmet, no sé, me encanta ver sus programas que no sólo hablan de comida sino de cultura, sabores, olores, países... pues, me enteré días antes de viajar que en Pampatar estaba ubicado el restaurant de Estévez y que mejor aún, con frecuencia él mismo atendía a sus comensales. Eso me puso a pensar ¿Será esta la oportunidad de demostrarle a mi hijo que los sueños si se pueden lograr cuando uno se lo propone

Llamé. Pregunté cómo era el protocolo porque era por horarios y de una vez asomé mi inquietud por saber si su ilustre dueño iba a estar allí, a lo que una simpática y amable mujer me contestó: "Justamente acaba de llegar de Argentina, es muy posible que sí esté presente estos días". Entonces quedamos en confirmar de mi parte al llegar a la isla.

Luego de instalarme en mi hotel y registrarme para el congreso, reservé para 5 personas porque decidí invitar a unos amigos. Pero eso sí, aquello iba a ser una sorpresa para mi cumpleañero que ya pisaba sus 13 años. Me dije a mí misma, por si acaso Sumito no está, no le digo nada... si llegamos al restaurant y aparece, pues... Sorpresaaaaa!!!!

Y fue así como le avisé a su abuela que lo llevara hasta allá. Por mi parte me fui en taxi desde mi hotel que quedaba muy cerca. 

Lo gracioso del momento es que justo cuando iba pasando por la iglesia del Cristo del Buen Viaje, me concentré y le pedí con mucha fe, como si tratara de algo de vida o muerte: "Padrecito hazme el milagro para que Sumito esté allí". Luego me dio como pena pedir por algo tan tonto, existiendo tantos problemas tan grandes en el mundo... pero bueno, así somos las madres, cada alegría de nuestros hijos es una bendición, es todo un acontecimiento.

Casualmente llegamos todos al mismo tiempo al restaurant y al abrirse aquellas bellas antiguas puertas de madera salen Sumito y su esposa... Yo estaba feliz, le veía la cara a mi hijo y estaba pasmado, ja ja ja ja. Su abuela le decía: "¿Sabes quién es él? y el niño se le quedaba viendo fijamente como diciendo: ¿Será o no será quien creo que es?... pronto reaccionó y dijo: "Creo que sí sé quien es". Todos comentamos al unísono: "Es Sumito".

Aparte de la bella sorpresa de bienvenida, por ser la primera vez que íbamos, nos comentaron como era el servicio, el jefe de cocina, Javier Lugo explicó cada plato del menú y de verdad que estábamos todos maravillados con la atención.

Al poco tiempo se acercó Sumito a la mesa a conversar con todos, en especial con Gabo, parecían dos amigos que tenían mucho tiempo sin verse. Fue genial... Mi sonrisa no se borraba con nada.

Comimos muy bien, pedimos distintos platos para degustar un poquito de cada uno. Entre ellos los fish and chips, ceviche, causa limeña y una gran torta de chocolate para mi hijo porque es alérgico a productos del mar (pequeño detalle)... eso sí, no nos fuimos sin probar el fabuloso bombón de piñonate, toda una delicia.

Después de una hermosa velada y tomarnos las respectivas fotos para el recuerdo, nos fuimos, cada quien a descansar... No sin antes decirle al oído a mi Gabo: "¿viste? Sí pudiste conocerlo, todos tus sueños se pueden hacer realidad"


Pasaron unos meses y volvimos a la isla de Margarita, esta vez de vacaciones. De ida hicimos escala en Puerto La Cruz; la tarde que llegamos salimos a caminar para ver el atardecer desde el Paseo Colón, allí hay muchas tienditas, por lo cual decidimos entrar a una donde venden souvenirs, estos recuerditos de cada región, por lo cual se me ocurrió preguntarle a Gabriel: "¿Qué te parece si le llevamos un regalito a Sumito?"... 
A lo que de inmediato me respondió: "Sííííí, me parece fino porque de verdad que nos atendió muy bien, fue muy amable, parecía de la familia. Mamá, es que en nuestra ciudad no atienden así de bien en ningún sitio y mira como nos atendió él que es una estrella famosa".

Yo no pensé que me iba a dar esa respuesta tan filosófica pero sí, así es mi hijo, siempre sacando reflexiones de casi todo. 

De ese modo se fue a recorrer la pequeña tienda y eligió varias cosas de distintas regiones del país; eran unas frutas de madera hechas en Lara para pegar en la nevera con imanes, una pulsera de goma con la bandera venezolana y una franela que decía: "Yo Venezuela"
Muy significativo en un momento en el que irse del país era común para muchos que decidieron por mejor calidad de vida.

Al otro día cruzamos en el ferry hacia la isla, después de varios días de playa, pasamos por "Mondeque" con la mala suerte que Sumito estaba de viaje para Argentina, esto desconcertó un poco a Gabo, pero ya estábamos allí, así que le escribió una nota con sus datos y una dedicatoria, dejó el regalo con una amable señora y nos fuimos.

Ya de vuelta de las vacaciones... tiempo después, en tierra firme, en nuestra ciudad, preciosa, pero donde atienden mal al público, recibo una llamada de mi hijo con una voz nerviosa pero feliz que me dice: 
"Mamá adivina quién me llamó? Adivinaaaa... Me dijo que compráramos el periódico porque me escribió algo..." 
No sé, me sorprendió y le dije: " Hijo no tengo idea, ¿de quién me hablas?"
"Mamá me llamó Sumito. era él... me llamó a mi teléfono..."

Así fue... compré el periódico y allí estaba aquella columna, el escrito número 300 de Sumito Estévez para ser exacta, estaba dedicado a Gabriel, mi pequeño ángel, quien siempre me motiva a ser mejor, a reflexionar, a ser mi motor de vida.

Me sentí tan feliz... al mismo tiempo se movieron varias fibras en mi interior, el amor por lo nuestro, nuestros paisajes, nuestros sabores, los valores... entre otras cosas.

Así que luego de contarles toda la historia completa, no me queda más que compartir el escrito que le dedicó a mi hijo, pero lo haré en otro post aparte para no hacer este más largo. 

Aquí el link para leerlo directamente en el blog de Sumito. Escrito 300 de Sumito Estévez

Espero que sea motivo de inspiración para seguir amando a Venezuela, a nuestros niños, paisajes, cultura; sobre todo al prójimo, a ese que no es de nuestra sangre pero es coterráneo y nos necesita.


KAM®

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