Dicen algunos
que el término “pela bola” proviene del mundo beisbolístico, ya que remonta a
una época antigua donde los jugadores de béisbol que no lograban batear y
“pelaban la bola” (no le pegaban a la bola) al batear, motivo por el cual se
los dejaban en la banca y eran vistos ante todos como jugadores de poco valor.
Sin embargo, hoy
en día tiene varios significados, en este escrito mío “pela bola” significa no
tener dinero, es una manera muy vulgar de decirlo aquí en Venezuela. Pero como
somos adultos, podemos entendernos sin ofendernos o por lo menos espero que no
les ofenda que yo sea una mujer que el dinero no le alcanza ni para un café.
Tener un
empleo, no siempre es garantía de tener estabilidad económica, mucho menos en
la Venezuela actual, donde la hiperinflación galopa como caballo en la recta
final de la carrera más importante de su vida.
Lo que nunca
me imaginé era que eso iba a pesar tanto en las relaciones interpersonales. No
me había detenido a pensarlo.
Aquello de ver
los demás como cifras, índices de productividad o mejor dicho, en criollo, “tanto
tienes, tanto vales”, no me había hecho tanto ruido en la cabeza y en el
bolsillo como ahora, año 2019.
Una vez, una
vieja amiga, o amiga vieja, como quieran llamarle… me explicaba sobre las
relaciones de parejas, ella recordaba la charla prematrimonial que había tomado
en Valencia hace más de 50 años atrás, justo antes de casarse con su amado.
Allí hablaban sobre una frase que me enseñó mi abuela: “Cada oveja con su
pareja”, que para mí, cuando era niña, era una frase lapidaria y
discriminatoria. Claro, es que yo siempre fui emotiva en exceso y para mí todos
los seres humanos tenían que tener su oportunidad de amar a quienes quisieran.
Entonces vino
la larga explicación de lo que significaba teóricamente “cada oveja con su
pareja”, según la excelente ilustración de mi querida amiga esto tenía que ver
con las dimensiones de las parejas, no son otras que: la
identidad, el vínculo y el deseo.
En cuanto a la
identidad se refiere a ser nosotros mismos, a desarrollarnos individualmente,
aun cuando esto facilite el desarrollo personal en pareja. Es decir, respetar
las individualidades pero valorando lo que es cada quien.
El vínculo
tiene que ver con las emociones que generan las acciones y reacciones dentro de
la pareja. Esta dimensión es considerada la principal porque de ella depende el
alejamiento o acercamiento de las personas.
El deseo es parte
de la alianza de una pareja, sin embargo no sustituye las otras dimensiones que
mencioné antes. Cuando no existe atracción física, verbal o sexual, es difícil que
suceda la magia de poder continuar una unión. Y cuando hay mucho deseo pero no
están presentes las otras dimensiones tampoco durará a menos que trabajen esos
otros aspectos.
Entonces,
ahondaba en ejemplos, decía: “Si la mujer es trabajadora, gana su sueldo, es
independiente, esto a la larga le va a molestar al marido, se va a sentir menos
que ella; y si es al revés, que es el esposo el único que lleva dinero a la
casa, entonces la va a querer dominar a ella. Por eso deben tener ingresos
similares o ser de la misma clase social porque si no habrán problemas que tal
vez no se puedan resolver si no hay disposición para ello”. Lo mismo explicaba
para el tema sexual y los gustos particulares. Sin dudarlo, debo decirlo, los pilares de
una pareja deben trabajarse desde el principio de la relación, si no es
así, será un fracaso garantizado.
Volviendo al tema económico, ¿Qué tenemos? ¿Cuál es nuestra realidad nacional?
Empleos con condiciones laborales deplorables, mediocridad en algunos cargos gerenciales,
entre otros menesteres. ¿Y qué sucede cuando alguna persona se atreve a
levantar la voz al respecto? La tildan de irracional porque pareciera que ya es
normal ser mediocre, algunos dicen: “Acepta lo que sea porque no estamos en
condiciones de elegir qué empleo nos gusta o no”, cuando sencillamente los ambientes
hostiles tienen como consecuencia la afectación de la producción de toda
empresa, es decir, esa organización no será ni sostenible ni sustentable en el
tiempo.
¿Qué nos
queda? ¿Será que nos vamos todos a “trabajar” en las minas
ilegales del sur venezolano donde se vive al estilo Mad Max? Hacia allá se
van muchos y muchas también, con la falsa alegría de hacerse millonarios en una
semana, cuando la realidad es que tal vez regresen muertos, si es que consiguen
sus cuerpos. Mala decisión de quienes tienen la fiebre del oro en un país donde
la delincuencia organizada tiene el control de casi todo, menos de mi dignidad,
gracias a Dios.
Ah! Pero no
crean que esto es exclusivo de Venezuela, no, realmente el panorama no pinta bueno
para toda latinoamérica, sin embargo, a mí me agobia lo pertinente a mi país,
porque es aquí donde sufro la mala vida que llevo aunque procuro lo más posible
no inquietar mi alma.
Es aquí cuando
me voy a mi propia realidad, soy una pela bola, sí, me duele decirlo, pero es
la realidad. No gano lo suficiente para poder vivir con dignidad. ¿Y quién vive
dignamente donde la inflación
ronda el 23.000.000% para el año 2019? No me respondan, ya sé a quienes me
van a nombrar y en esa lista no estoy yo ni mi familia.
Si la
situación sigue así, pronto colocaran pantallas en los supermercados donde los
precios de los productos cambien cada hora, entonces sería como una casa de
cambio… “bajó el tomate, corre a comprarlo”, “subió la cebolla, devuélvela
porque no alcanza ni para comprar una”. Ojalá este párrafo no lo lea nadie para
no dar ideas a los vivos.
En fin, yo
puedo entender que existan personas extremistas, bien saben que la mucha luz es
como la mucha sombra. Pero no puedo entender cómo hay gente que no siente nada
por los demás, personas tan frías como un tempano de hielo que creen que burlándose
de la desgracia ajena son más que los demás.
Tampoco
entiendo la analogía de quienes ven a uno como un enfermo mental, es decir,
aquello de “no te alcanza porque no te da la gana”, o quieren ponerlo a uno
como un flojo y en el peor de los casos, los que le piden a uno la foto de la
nevera para ver si es verdad que no hay comida ahí, de verdad me parece
exagerado y el colmo de lo arrogantemente desagradable. No podía dejar de
mencionar aquellos que ven a uno como un trampolín para lograr sus metas
personales porque no son capaces de lograrlas por sí solos sin aprovecharse de
los demás. Da dolor el comportamiento de los “amigos” ante una
situación tan compleja que no es propiciada por mí ni tampoco está únicamente
en mis manos resolverla.
Es muy feo que
lo tilden a uno de improductivo, de irresponsable por aceptar una invitación a
cenar mientras no hay dinero para pagar la universidad de mi hijo o por tener
tres trabajos para apenas comer una o dos veces al día. Creo que debo cambiar
de amistades, unas que sean más cuerdas o que por lo menos respeten lo que soy,
una mujer valiente, trabajadora, apasionada de mi profesión pero colapsada por
el cansancio físico, mental, emocional y espiritual. Los daños
colaterales de lo que hemos vivido en Venezuela son reales, tenemos estrés
postraumático, eso no es invento mío para dar lástima ni estar quejándome porque
me da la gana.
¿Será que algunos
por ahí quieren mujeres sumisas? Hembras que no discutan las órdenes de los
machos, damas que mantengan las cocinas impecables, sonrisas ultra blancas
prefabricadas, cinturitas de avispas y pechos grandes en serie para la venta, expertas
maquinitas sexuales, además de tener muchos hijitos para asegurar la existencia
del apellido, las esposas perfectas que no se quejen y sean serviles ante toda
presencia masculina tal y como se plantea en la satírica película “Las
mujeres perfectas”, en inglés The Stepford Wives (2004) de Frank Oz. Aparte de todas estas características,
pues que tengan su propio dinero para que no estorben al presupuesto familiar
(del macho). Bastante irónico ¿Cierto? Si producen no es suficiente, si no producen
dinero entonces mucho menos. Por supuesto, como siempre, hablo desde mi
sarcasmo.
Para cerrar
este escrito, estoy segura en decir que debemos reprogramarnos, desaprender y
reaprender sobre los roles en la sociedad, obviamente esa idea de la mujer ama
de casa presa en la jaula de oro ya no va, nunca debió suceder, ahora es
distinto en muchos casos, ahora las mujeres trabajan, aportan tanto como los
hombres tanto en productividad laboral como en bonanza en el hogar, pero eso no
significa que deba ser servil a nadie.
Sería bueno buscar
hacia la equidad sin llegar a extremos que invaliden a aquellos seres humanos a
los que no les va tan bien, que no son tan productivos como otros. Somos muchas
las mujeres que día a día intentamos sobrevivir en esta Venezuela, muy distinta
a la de los años 90, contra viento y marea haciendo todo lo posible para seguir
adelante, así por lo menos, si no lo comprenden, pues no molesten ni pongan más
trabas emocionales a quienes estamos luchando por sobrevivir.
La capacidad
de resiliencia se puede
aprender, desarrollar la capacidad de encontrar soluciones también se puede
aprender, no es ser mediocre, es poder adaptarnos a la actualidad que vivimos.
Y muy importante, aprender a decir las cosas desde el corazón, decir las cosas
con lógica pero desde el amor, la simpatía para no abrir más heridas entre los
venezolanos.
Estamos
heridos, dolidos, aunque no lo reconozcamos, desperdigados
por el mundo, algunos con nortes claros pero otros sin rumbo fijo. Las
pocas parejas que hay constituidas tambalean por no reforzar el reconocimiento
de cada uno, el respeto, la comunicación asertiva, positiva, honesta, directa,
la empatía, los ideales, los gustos. ¿Y si en vez de criticarnos y sacarnos los
ojos hasta quedar en el mundo de los ciegos, nos cuidamos entre todos, nos
brindamos afecto proyectando a futuro amor y manteniendo relaciones sanas? No
es cursilería, es ser mejores con nosotros mismos, así seremos más productivos,
cada quien desde lo que le gusta hacer. Encontrarnos en las diferencias para
tener relaciones fructíferas también nos hará un país próspero.
Seguiré bateando desde este campo hostil hasta que le pegue a la bola y la saque de homerun. No me rindo, pero tampoco me ataré a personas que me siembren desesperanza a través de sus críticas destructivas.