Ciudad Guayana, 29 de abril de 2016
Sres. Corpoelec:
Atención: Ing. Marcos Bejarano - Distrito Puerto Ordaz
En la medida de mis posibilidades he sido puntual en el pago de las facturas por servicio prestado, pero no ha habido una reciprocidad en la atención a mis necesidades como usuario, pues cuando hiciera el reclamo por las tarifas altas que venía pagando me cambiaron la tarifa sin reconocerme todo el tiempo que estuve pagando el alto consumo. Me queda la inquietud de si actualmente reajustaran el pago tomando en cuenta el racionamiento.
Cuando no había decreto de emergencia eléctrica, hace algunos meses, hubo un apagón y voltaje irregular que causo el daño y pérdida de equipos los cuales en lugar de resarcimiento solo recibí razones por las cuales no procedía mi reclamo con el desesperanzador comentario; “Señor, en los años que tengo en la empresa jamás y nunca, ni como Eleoriente y menos como Corpoelec, han pagado nada por daños en equipos eléctricos”. ¿Con cuál interés y ganas quiere alguien realizar reclamos, si de antemano sabe que no procederán? Tal actitud responde a un patrón, practicados por otros prestatarios de servicios públicos, revestidos de una coraza impenetrable e inaccesible para un usuario cualquiera, quien entonces queda con el desagradable sabor que tienen la injusticia y la impunidad.
La razón que me motiva a escribir una carta abierta es que como ciudadano afectado por las medidas tomadas para enfrentar la denominada “crisis eléctrica originada por el fenómeno de El Niño”, tal vez encuentre a más de una persona que coincida con mi pensamiento. Estas medidas de racionamiento energético acrecientan y agravan la crisis económica, sanitaria, de violencia e inseguridad reinante en nuestro país; pero, por supuesto, que ya saben eso. No voy a suponer que las decisiones que ejecuten para enfrentar “crisis” hayan sido tomadas a la ligera sin pensar en la sustentabilidad o al menos en las consecuencias inmediatas de tales decisiones.
Es de mi conocimiento que el racionamiento no debería afectar los sectores donde haya un hospital o centro de atención de salud porque “la salud no se detiene”, pero quizás deba hacerles saber que no todos los pacientes viven en hospitales, que por la misma falta de insumos, medicamentos y equipos, los hospitales actúan como dispensarios de atención primaria y, apenas ven mejoría, mandan a los pacientes a sus casas a continuar tratamientos, lo que resulta difícil por la escasez de medicamentos para tratar cualquiera que sea la enfermedad. No es lógico pensar que en un sector urbanizado, las personas deban tener una planta generadora de energía eléctrica para mediar durante apagones programados o no programados. En ese sentido, los cortes por más de dos horas atentan contra la vida de muchos ciudadanos y es una violación de sus derechos humanos. Es un trato cruel, inhumano y degradante, al que somos sometidos por el incesante calor, aunado a las fallas del suministro de agua.
Como empresa no están obligados a conocer las situaciones de cada ciudadano, al que someten arbitrariamente a esta serie de prolongados cortes de suministros de energía. Sin embargo, sirva esta carta abierta para que conozca a mi madre, una mujer luchadora y buena, de 78 años de edad, con una condición de salud comprometida para la que debería recibir tratamientos por diabetes tipo A, hipertensión y arritmia cardíaca, entre otros; los cuales percibe de manera esporádica por la falta de medicamentos en Venezuela, que nada tienen que ver con el cambio climático. Mi madre padece de movilidad limitada, lo que le dificulta trasladarse a cualquier sitio dentro de su propia casa. Durante los cortes eléctricos su arritmia empeora, así como su tensión arterial, su angustia le altera los niveles de glucosa en la sangre y el tratar de movilizarse en medio de la oscuridad para encontrar un lugar fresco donde pasar las horas pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte. Antes de estos arbitrarios cortes, era para mí más fácil salir a trabajar y dejarla acostada para evitar alteraciones por lo interrumpido del tratamiento que recibe. ¡Ahora no!
Se supone que esta medida es solo hasta que se solvente el problema de la sequía que tiene a la Represa de El Guri por debajo de los niveles operativos, pero así como la “salud no se detiene”, tampoco esperan las enfermedades. Los pacientes en sus casas corren peligro de muerte.
Quizás tengan siempre una excusa para evadir reclamos por daños a equipos eléctricos, pero en este caso se trata de vidas humanas, aquellos a quienes prestan servicios. De aquí en adelante, ya mi madre la usuaria del NIC 2516246 (el mismo contrato que pasé a mi nombre en la oportunidad que hiciera el reclamo por los aparatos eléctricos que perdí) no es una desconocida. Ahora les hago responsables por lo que le pueda pasar a ella por causa por los cortes de suministro eléctrico programados y no programados. Obligarla a estar tranquila y acostada en medio de una noche calurosa es inhumano, es una violación a la dignidad y es cruel; por lo tanto, como usuario de este servicio les exijo una reconsideración, eviten los cortes de electricidad nocturnos porque no merecemos esto.
Cuando no había decreto de emergencia eléctrica, hace algunos meses, hubo un apagón y voltaje irregular que causo el daño y pérdida de equipos los cuales en lugar de resarcimiento solo recibí razones por las cuales no procedía mi reclamo con el desesperanzador comentario; “Señor, en los años que tengo en la empresa jamás y nunca, ni como Eleoriente y menos como Corpoelec, han pagado nada por daños en equipos eléctricos”. ¿Con cuál interés y ganas quiere alguien realizar reclamos, si de antemano sabe que no procederán? Tal actitud responde a un patrón, practicados por otros prestatarios de servicios públicos, revestidos de una coraza impenetrable e inaccesible para un usuario cualquiera, quien entonces queda con el desagradable sabor que tienen la injusticia y la impunidad.
La razón que me motiva a escribir una carta abierta es que como ciudadano afectado por las medidas tomadas para enfrentar la denominada “crisis eléctrica originada por el fenómeno de El Niño”, tal vez encuentre a más de una persona que coincida con mi pensamiento. Estas medidas de racionamiento energético acrecientan y agravan la crisis económica, sanitaria, de violencia e inseguridad reinante en nuestro país; pero, por supuesto, que ya saben eso. No voy a suponer que las decisiones que ejecuten para enfrentar “crisis” hayan sido tomadas a la ligera sin pensar en la sustentabilidad o al menos en las consecuencias inmediatas de tales decisiones.
Es de mi conocimiento que el racionamiento no debería afectar los sectores donde haya un hospital o centro de atención de salud porque “la salud no se detiene”, pero quizás deba hacerles saber que no todos los pacientes viven en hospitales, que por la misma falta de insumos, medicamentos y equipos, los hospitales actúan como dispensarios de atención primaria y, apenas ven mejoría, mandan a los pacientes a sus casas a continuar tratamientos, lo que resulta difícil por la escasez de medicamentos para tratar cualquiera que sea la enfermedad. No es lógico pensar que en un sector urbanizado, las personas deban tener una planta generadora de energía eléctrica para mediar durante apagones programados o no programados. En ese sentido, los cortes por más de dos horas atentan contra la vida de muchos ciudadanos y es una violación de sus derechos humanos. Es un trato cruel, inhumano y degradante, al que somos sometidos por el incesante calor, aunado a las fallas del suministro de agua.
Como empresa no están obligados a conocer las situaciones de cada ciudadano, al que someten arbitrariamente a esta serie de prolongados cortes de suministros de energía. Sin embargo, sirva esta carta abierta para que conozca a mi madre, una mujer luchadora y buena, de 78 años de edad, con una condición de salud comprometida para la que debería recibir tratamientos por diabetes tipo A, hipertensión y arritmia cardíaca, entre otros; los cuales percibe de manera esporádica por la falta de medicamentos en Venezuela, que nada tienen que ver con el cambio climático. Mi madre padece de movilidad limitada, lo que le dificulta trasladarse a cualquier sitio dentro de su propia casa. Durante los cortes eléctricos su arritmia empeora, así como su tensión arterial, su angustia le altera los niveles de glucosa en la sangre y el tratar de movilizarse en medio de la oscuridad para encontrar un lugar fresco donde pasar las horas pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte. Antes de estos arbitrarios cortes, era para mí más fácil salir a trabajar y dejarla acostada para evitar alteraciones por lo interrumpido del tratamiento que recibe. ¡Ahora no!
Se supone que esta medida es solo hasta que se solvente el problema de la sequía que tiene a la Represa de El Guri por debajo de los niveles operativos, pero así como la “salud no se detiene”, tampoco esperan las enfermedades. Los pacientes en sus casas corren peligro de muerte.
Quizás tengan siempre una excusa para evadir reclamos por daños a equipos eléctricos, pero en este caso se trata de vidas humanas, aquellos a quienes prestan servicios. De aquí en adelante, ya mi madre la usuaria del NIC 2516246 (el mismo contrato que pasé a mi nombre en la oportunidad que hiciera el reclamo por los aparatos eléctricos que perdí) no es una desconocida. Ahora les hago responsables por lo que le pueda pasar a ella por causa por los cortes de suministro eléctrico programados y no programados. Obligarla a estar tranquila y acostada en medio de una noche calurosa es inhumano, es una violación a la dignidad y es cruel; por lo tanto, como usuario de este servicio les exijo una reconsideración, eviten los cortes de electricidad nocturnos porque no merecemos esto.
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