Hace apenas siete días que decidí publicar en este blog un escrito que redacté ocho años atrás a mi querida maestra Carmen, quien fue la segunda educadora que tuve en mi vida. La primera fue Yaritza a quien le decía "Tina", luego les hablaré de ella.
¿Cómo describirla?
Vamos a ver si puedo hacerlo...
La maestra Carmen que yo conocí y con la cual compartí todo un año escolar, era cálida, amorosa, disciplinada, sembraba valores, muy dedicada a su labor de enseñar, no sólo en el salón sino fuera también, siempre impecable y coqueta, alegre, bondadosa, perpetuamente en pie de lucha lista para lo que saliera al paso, jamás se quedaba sin resolver los inconvenientes del día a día.
Desde el mismo instante que iniciaba el año académico, ella bautizaba a cada uno como su hijo, sin distinción de ningún tipo ni mucho menos favoritismos. Luego, con el pasar de los años, cuando era el turno de nuestros hijos pasar por su manos, entonces los llamaba sus nietos y así sucesivamente. De hecho, se ponía brava si uno no le pedía la bendición, esa bella costumbre venezolana de invocar a nuestros allegados la bendición de Dios, como para ir protegidos en la vida.
Y así, al transcurrir el tiempo, pasaron más de 46 años totalmente dedicados a la docencia, a la enseñanza con amor y dedicación.
Hoy que ya no estás físicamente con nosotros, dedico estas breves líneas para que todo aquel que me lea sepa la importancia de la perseverancia, el amor por lo que se hace y sobre todo, ejercer nuestras profesiones con disciplina sembrando valores por doquier.
Querida maestra Carmen, soy la niña de los collares, así me decías. Quiero decirte que te quiero, te respeto y Dios nos ayude a conseguir cada día una persona como tú en cada colegio de Venezuela.
Descansa en paz y que brille la luz perpetua para ti. Amén.
Nota que me escribió la maestra Carmen en el año 1984 |
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